El credo como símbolo de fe

El credo es la oración que contiene los principios y bases fundamentales de la fe cristiana, por lo tanto es una profesión o confesión que entre otras cosas asume la tarea de renovar la alegría de creer en Jesucristo y seguir sus huellas. Así pues, esta oración es para la iglesia católica mucho más que una simple plegaria que se recita en medio de la búsqueda de algún favor, en lugar de esto es ciertamente el mejor resumen que puede encontrarse de la fe que comparten los discípulos de Cristo.

Describir el credo como símbolo de fe es remontarse a los inicios de las creencias cristianas y por supuesto a sus autores, los doce apóstoles, pues recordemos que es en la iglesia romana, es decir la que fue sede de Pedro, uno de los apóstoles donde se instituyó como emblema.

El credo de los apóstoles

Para llegar a su forma definitiva, esta oración precisó de mucho tiempo y no es del todo claro su origen pues se manejan dos grandes hipótesis a este respecto. En primera instancia se señala que fue en el día de Pentecostés que los apóstoles gozando de la inspiración de Espíritu Santo compusieron en equipo el himno, para ello cada uno se encargó de aportar una frase. Por otra parte, se afirma que este surgió en el siglo V en Galia como una confesión bautismal.

Tal y como se señala en https://www.elcredo.org el credo de los apóstoles es la versión más corta y declarativa que hace las veces de señal de reconocimiento y unidad para los cristianos. Al emplear declaraciones tales como «creo» se busca más que nada explicar quien es exactamente Dios y cuál es su papel en el mundo.

Las enseñanzas del credo para los creyentes

En primera instancia, las afirmaciones de fe apuntan a dejar plenamente clara la renuncia a Satanás y a todas sus posibles obras. Al ser una declaración abierta y abandonada a los designios del Todopoderoso habla de entrega y confianza plena, sentimientos y actitudes que deben prevalecer en los creyentes.

Se trata entonces de un acto personal que hace posible una relación más profunda con el Señor y esto debe aprovecharse sabiamente para orientar el camino y convertirse en un eslabón que facilite el sostener la fe de los otros. Proclamar la grandeza y el poder de Dios, además de reconocer sus gestos de salvación es el tesoro más preciado de todo fiel.